HÁBITO CINCO: Ayuna de Manera Sistemática


Hábitos de los Cristianos Altamente Eficaces

“… y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”

Mateo 6:18


En mi primer año de universidad bíblica recibí uno de los mejores consejos sobre el ayuno de parte de una maestra. Me aconsejó empezar con ayunos cortos y regulares en vez de intentar algo largo o “heroico” sin la práctica, disciplina y preparación adecuadas. Seguí su consejo. Durante el verano siguiente, comencé la disciplina de la oración y la lectura bíblica regulares. Entonces ya estaba listo para pasar a un nivel más avanzado de búsqueda de Dios con ayuno y oración habituales.


Algunas personas bromean sobre el ayuno. Otras presumen de ello. Ambas actitudes lo devalúan y afectan negativamente a quienes podrían considerarlo. De vez en cuando, encontrarás a alguien que entiende el poder del ayuno y la oración. Cuando surge el tema, su interés aumenta y comparten su experiencia con profunda convicción. Conocen el poder de esta herramienta maravillosa.


El mejor libro que he leído sobre el ayuno es El ayuno escogido por Dios de Arthur Wallis. Es equilibrado, espiritual y práctico. El libro fue fundamental para formar en mí una actitud positiva hacia el ayuno y la oración. Lo recomiendo de todo corazón. Algunas de las ideas que siguen provienen de ese libro.


El ayuno es como cualquier habilidad o tarea que requiere desarrollo. Si eres nuevo en el ayuno, quizá quieras empezar con ayunos cortos y regulares para mejorar tu capacidad y confianza. Con la experiencia, podrás alargarlos gradualmente. Mediante la disciplina del ayuno, ganamos poder espiritual, capacidad de enfoque en la oración y mayor entendimiento de la Palabra de Dios. Muchos temen ayunar o han oído historias de terror. Otros no se dan cuenta de que sus patrones habituales de alimentación han “programado” a su cuerpo para rechazar el ayuno. Algunos simplemente no han oído testimonios positivos sobre sus ventajas o su viabilidad. Muchos piensan que no es posible… pero sí lo es. Concluyo este capítulo relatando mi ayuno de 40 días, en el cual aprendí muchas lecciones valiosas, prácticas y espirituales. Fue una tutoría personalizada y profundamente personal, diseñada por el Espíritu Santo para mí, para mi situación de aquel momento.


El ayuno en la Biblia


Por muy bueno que sea para nosotros, el ayuno es contrario a los deseos instintivos del cuerpo. La Biblia dice: “Nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida” (Efesios 5:29). Debemos tomar decisiones basadas en prioridades. Si quieres la comida más de lo que quieres respuestas a la oración, entonces come. Aunque el ayuno va contra los apetitos del cuerpo, ciertamente no va contra los apetitos del espíritu. La Biblia presenta el ayuno favorablemente tanto por ejemplo como por instrucción. Parte de la grandeza de Moisés, David, Elías, Daniel, Ana, la profetisa Ana, Jesús y los apóstoles se atribuye al ayuno.


El ayuno “normal” consiste en abstenerse de alimentos sólidos y líquidos, pero seguir bebiendo agua. A lo largo de este capítulo nos referiremos a este tipo. La Biblia dice que durante el ayuno de Jesús “no comió nada” y que “tuvo hambre” (Lucas 4:2). No indica que no bebiera (como sí ocurrió con Moisés y Pablo) ni que tuviera sed. Beber mucha agua mientras no se come ayuda a limpiar el cuerpo durante el ayuno. El ayuno normal es el que más aparece en la Escritura y al que más a menudo se nos invita a experimentar.

El ayuno “absoluto” lo ilustra Pablo, de quien se dice: “Estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió” (Hechos 9:9). En situaciones desesperadas, algunos estarían dispuestos a pagar ese precio. Pablo y Moisés tuvieron circunstancias excepcionales que pudieron proveer un motivo especial.


El ayuno “parcial” implica comer solo ciertos alimentos y no otros, o beber jugos sin ingerir sólidos. Lo ilustra Daniel en Daniel 10:3: “No comí manjar delicado, ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí con un ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas.” Elías y Juan el Bautista también practicaron ayunos parciales. En tiempos recientes, Bill Bright (Campus Crusade for Christ) lo popularizó. Permite ciertas comodidades, y más gente se anima a intentarlo. El grado de ayuno, por supuesto, es tu elección.


Jesús instruyó a sus discípulos acerca de dar a los necesitados, orar y ayunar. Usó la palabra “cuando”, no “si”: “cuando des a los necesitados”, “cuando ores” y “cuando ayunes” (énfasis añadido). La implicación obvia es que Jesús esperaba que hiciéramos estas cosas. Además, estas instrucciones concluyen con la promesa de que “tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:18). Jesús dijo que el tiempo de ayunar es ahora, en nuestra época, después de que el Esposo les fue quitado. En los días de Jesús, el Esposo estaba presente y no era apropiado ayunar. Es probable que Jesús y sus discípulos observaran los ayunos anuales habituales, junto con los demás judíos, pero no practicaran los dos ayunos semanales de los fariseos. En cualquier caso, Jesús dijo: “Vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces ayunarán” (Mateo 9:15, énfasis añadido).


En ambientes donde se acepta el ayuno, suele hacerse por salud y para recibir poder e iluminación espiritual. Son buenos resultados de una buena práctica, pero es posible que, aun en nuestro anhelo espiritual, el “yo” siga entronizado. Debemos preguntarnos si nuestros ayunos son Cristo-céntricos o yo-céntricos. Un motivo equivocado puede arruinarlo todo. Jesús habló a menudo de los motivos, incluidos los del ayuno. Habló del fariseo que oraba: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres… ayuno dos veces a la semana y doy el diezmo de todo lo que gano” (Lucas 18:11-12). El texto indica que el fariseo oraba “consigo mismo” o “sobre sí mismo”. Si era “consigo mismo”, significaría que oraba en secreto, pero aun así su motivo era erróneo: orgullo. Existe la remota posibilidad de que el fariseo se pusiera a sí mismo en el lugar de Dios, lo cual sería aún peor. En todo caso, ayunar en secreto puede ayudar a librarnos del deseo de la alabanza humana como motivo, pero hacerlo en secreto no basta: incluso entonces debemos hacerlo para Él.


Si nuestra meta de vida es glorificar a Dios en todo lo que hacemos, nuestras oraciones y ayunos no deberían ser esfuerzos por imponer nuestra voluntad, sino un medio de asirnos de Su sabiduría, poder y voluntad en cada situación. El ayuno es una herramienta poderosa, y una fuerza así debe permanecer sometida a la voluntad de Dios, como ocurre con la oración. El ayuno no es una forma mágica de manipular el mundo espiritual. Es un vehículo por el cual los creyentes provocan la acción de Dios en su favor. Ayunar es abrirse a Dios y pedir—no ordenar. En este estudio bíblico sobre la eficacia del ayuno, no deberíamos iniciarlo indiscriminadamente, a capricho, para cualquier propósito y en cualquier momento. Podemos iniciarlo sometiéndolo a Dios, o Dios puede iniciarlo llamándonos a ayunar. En ambos casos, el uso de esta poderosa fuerza espiritual debe estar sometido a Su voluntad. Puede que creamos desear algo tanto como para ayunar y orar por ello, pero Dios incluso puede dirigirnos a no ayunar. La obediencia sigue siendo mejor que el sacrificio.

Ventajas del ayuno


Algunas personas ayunan por razones no espirituales. Incluso en ámbitos seculares existen muchos materiales sobre los beneficios físicos del ayuno. Aunque parezca contradecir los apetitos corporales, el ayuno es bueno para la salud. Yo escribo sobre él por su aporte a la vida espiritual, pero quizá te anime saber que algunos ayunan principalmente por su salud.


Por lo general, ayunamos para facilitar la oración y la intercesión, pero a veces podemos ayunar simplemente “para el Señor”: porque lo amamos y queremos glorificarlo. Si ayunas de manera sistemática—por ejemplo, un día a la semana—habrá semanas en las que no tengas un “problema” concreto por el cual ayunar y orar. En esos casos, ayunamos para Él: para buscarlo, conocerlo y pasar tiempo íntimo con Él.


El orgullo es un asunto espiritual. Un estómago vacío estimula la humildad, la conciencia de dependencia de Dios y la sensibilidad a la debilidad humana. En cambio, cuando estamos llenos, somos más propensos a sentir autosuficiencia. Así, el orgullo y la sensación de saciedad pueden ser una trampa mutua. Dios trató simultáneamente con el alma y el estómago de Israel: “Te humilló, te hizo tener hambre” (Deuteronomio 8:3). Dios conoce el orgullo del corazón humano. Para salvarnos de nosotros mismos nos advierte: “No sea que, cuando comas y te sacies, y edifiques buenas casas y las habites, y tus vacas y tus ovejas se hayan multiplicado… entonces se enorgullezca tu corazón y te olvides del Señor tu Dios” (Deuteronomio 8:12–14). El ayuno es un correctivo divino para el orgullo, una disciplina para el cuerpo y un humillarse del alma. Esdras conocía estas ventajas: “Allí, junto al río Ahava, proclamé ayuno para humillarnos delante de nuestro Dios…” (Esdras 8:21).


El ayuno también ayuda a obtener respuestas a la oración, como ilustra la experiencia de Esdras: “Ayunamos, pues, y pedimos esto a nuestro Dios, y Él nos fue propicio” (Esdras 8:23). Parece haber grados de dificultad para lograr ciertas respuestas. Algunas copias del Nuevo Testamento añaden “y ayuno” a esta frase sobre expulsar demonios: “Este género no sale sino con oración y ayuno” (Mateo 17:21). Muchos textos modernos incluyen una nota indicando que el versículo completo falta en diversos manuscritos antiguos. Sin embargo, su presencia en manuscritos posteriores atestigua el reconocimiento general, a lo largo de siglos de la Iglesia, del valor del ayuno. Ayunamos para recibir respuestas, y demostramos la sinceridad de nuestro corazón porque queremos respuestas más que comida. En el ayuno, todo el cuerpo ora. Andrew Murray (En la escuela de oración de Cristo) dice: “El ayuno ayuda a expresar, profundizar y confirmar la resolución de que estamos listos para sacrificar cualquier cosa, a nosotros mismos, para alcanzar lo que buscamos para el reino de Dios.”


La oración es guerra. La oración es lucha. Hay fuerzas opuestas y corrientes cruzadas espirituales. Cuando presentamos nuestro caso en el tribunal del cielo, nuestro adversario también tiene representación. Debemos vencer la oposición. Jesús dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12). En el ayuno, Dios ha añadido un arma poderosa a nuestro arsenal espiritual. Y, sin embargo, en nuestra necedad o ignorancia, algunos la consideran obsoleta y la dejan oxidarse en un rincón.

El ayuno introduce lo sobrenatural en nuestra situación de necesidad. Libera a los cautivos: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de impiedad… y que rompáis todo yugo?” (Isaías 58:6). Las personas están atadas por hábitos, comida, alcohol, drogas, sexo, sectas, hechicería, espiritismo, materialismo, ocio, tradición, fe débil, orgullo, rencores y amargura. ¿Es débil, entonces, nuestro evangelio? No—débiles somos nosotros.


Es posible tener los pecados perdonados y aun así necesitar liberación. Todos los cristianos son salvos de la culpa, pero no todos están libres del poder—de la tentación. Simón de Samaria, por ejemplo, “creyó y fue bautizado”, y seguía a Felipe (Hechos 8:13), pero intentó comprar el poder de impartir dones espirituales. Pedro le dijo: “Veo que estás en hiel de amargura y en prisión de maldad” (Hechos 8:23). El perdón es una gran bendición, pero es solo parte del ministerio y mensaje de Cristo. Jesús mencionó muchas formas de liberación (Lucas 4:18–19). El evangelio tiene poder para salvar, pero en ocasiones necesitamos ayunar para recibir poder sobre la tentación, la enfermedad u otras ataduras.


Otra ventaja del ayuno es la revelación. Daniel descubrió una profecía de Jeremías y quiso conocer el plan de Dios: “Volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno…” (Daniel 9:2–3). Y el ángel le dijo: “He venido para darte sabiduría y entendimiento” (Daniel 9:22). Retomaremos este tema en la última sección de este capítulo.

En Jope, Pedro subió a la azotea para orar hacia el mediodía. Allí recibió una revelación importante cuando tenía el estómago vacío: “Tuvo gran hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis” (Hechos 10:10). Esa modificación en la agenda de oración de Pedro condujo a un cambio en la expansión de la Iglesia: su paradigma judío comenzó a transformarse mientras estaba hambriento, orando y esperando la comida.


Pablo relata experiencias íntimas en 2 Corintios 11–12. ¿Podría ser que los ayunos que menciona (11:27) prepararan las “visiones y revelaciones del Señor” (12:1) del capítulo siguiente? “En trabajos y fatigas, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos…” (11:27).


No sabemos cuán bien alimentaban los romanos a los desterrados en Patmos, pero difícilmente Juan estaba banqueteando cuando recibió “La Revelación de Jesucristo”. Cuando necesitemos respuestas, cuando necesitemos revelación, cuando lo hecho hasta ahora parezca insuficiente para invocar el poder, la presencia y la sabiduría de Dios en nuestra situación, quizá debamos ir al arsenal y desempolvar esta vieja y fiel arma. Sea para derribar muros de oposición o hacer caer lluvias de bendición: el ayuno los derriba.

Hábitos de ayuno


Necesitamos una voz fresca del Señor cada semana, pero decidir ayunar cuesta. Por eso prefiero tomar la decisión una vez e implementarla cada semana. Ayunar un día fijo por semana funciona bien: no tengo que decidir ni batallar con el tema. Esto me ayuda a esperar el día de ayuno. Cada semana enfrentamos desafíos y problemas por los que podemos orar ese día. Puede que no parezcan lo bastante grandes como para “justificar” un ayuno, pero ya que ayunamos de todos modos, los tratamos con ayuno y oración. Es decir, nuestros problemas se tratan con un arma más fuerte de la que habríamos elegido sin un ayuno rutinario. Además, el ayuno semanal nos da confianza para emprender ayunos más largos.


En enero de 1965 (mi tercer año de universidad bíblica) empecé a ayunar tres días al inicio de cada año. Desde entonces, se ha convertido en una renovación anual de amor y búsqueda de Dios. Cada año necesitamos dirección e iluminación nuevas. En torno al Año Nuevo, todos somos conscientes del paso del tiempo y del futuro que sigue desplegándose. Dios es ayuda siempre presente en las tribulaciones; volvernos a Él en esas fechas es tan práctico como espiritual. Sí, los tiempos de ayuno facilitan la oración concentrada y eficaz. Pero además, aportan otra ventaja igualmente importante: nos ayudan a escuchar con regularidad lo que Él está diciendo—si se lo permitimos.


El ayuno regular nos prepara para ayunos más largos cuando se vuelven necesarios. El éxito en ayunos cortos nos hace ver que ayunar no es tan malo como imaginábamos. La fortaleza que nuestro espíritu aprende a valorar compensa la debilidad temporal del cuerpo. Los músculos se fortalecen con el ejercicio; de modo similar, el cuerpo aprende a adaptarse a periodos sin comida. Conforme el espíritu gana influencia en nuestras decisiones internas, el cuerpo aprende a prescindir. Nuestro espíritu aprende a apreciar las ventajas de la cercanía con Dios que crece durante el ayuno. Cuando surgen retos mayores, estamos listos: humildes, confiados, no fácilmente intimidados. Estamos listos para ayunos más largos. En 1979, mientras se intensificaban dificultades administrativas en nuestra obra en Corea, ya había completado muchos ayunos anuales de tres días y estaba listo para uno de una semana. Ese ayuno de una semana me dio confianza; meses después estaba preparado para planear uno de 40 días. La confianza creció con la experiencia.


Aspectos físicos


Existen graves conceptos erróneos sobre los efectos del ayuno en el cuerpo. El ayuno no es duro para un cuerpo sano: le hace bien. Nuestro organismo almacena reservas de grasa que nos permiten pasar semanas sin comer, sin efectos negativos. Aire, agua y sueño son mucho más necesarios para la vida y la salud que la comida. El tejido adiposo y las células en descomposición se consumen simplemente usando lo que está en la “despensa”. Un camello vive días en el desierto sin agua; el ser humano puede vivir días sin alimento. Solo después de muchos días—de 21 a 40 o más, según la persona—cuando el cuerpo consume toda la grasa, empieza la inanición. Jesús tuvo hambre al final de su ayuno.


La mayoría en Occidente nunca ha conocido los dolores del hambre real. Nuestros padres cuidaron nuestra alimentación. Al ayunar, nuestros cuerpos mimados pueden enviarnos señales de incomodidad: no es más que el antojo fruto de años de hábito. El mismo Dios que quiere que cuidemos nuestros cuerpos no requeriría algo dañino para la salud. El ayuno es una especie de “limpieza natural” del organismo. Normalmente, el cuerpo dice al espíritu: “Yo mando, y quiero comer”. El ayuno es la oportunidad para que el espíritu diga al cuerpo: “Yo mando, y quiero crecer tanto que te voy a negar comida”. En el ayuno hay más que “mente sobre materia”, pero eso forma parte. Si quieres la comida más que el crecimiento espiritual, come. Si quieres el crecimiento espiritual más que la comida, niega la comida al cuerpo y observa cómo tu espíritu crece. Decide comer o no por consideraciones espirituales, no solo por costumbre.

Dios quiere a Sus hijos sanos; un estilo de vida bíblico es saludable. No debería sorprender que el ayuno contribuya a la salud, no que la perjudique. Es posible que el cuerpo gane salud por el efecto físico del ayuno y que Dios sane el cuerpo como respuesta a la oración sincera hecha durante el ayuno. Ambas cosas son posibles, y ambas pueden dar gloria a Dios.


El Antiguo Testamento incluso relata a un gentil que se recuperó tras tres días de inanición: un esclavo amalecita enfermo fue abandonado por su amo; tres días después, cuando David y sus hombres lo encontraron y alimentaron, revivió y pudo guiarlos (cf. 1 Samuel 30:11–15). Quizá hayas oído el adagio: “Al resfriado, hambre; a la fiebre, comida”. ¿Quién prefiere fiebre? Arthur Wallis cita a un médico egipcio antiguo: la humanidad vive con un cuarto de lo que come… los médicos viven del resto. ¿Es posible que ciertas enfermedades causadas por el exceso se curen con mejor control—y otras, con ayuno?


El ayuno purga—espiritual y físicamente. Ya vimos que el orgullo se asocia a la saciedad y la autosuficiencia. Durante el ayuno, el espíritu se purga de orgullo, auto-voluntad, independencia, egocentrismo y egoísmo. Mientras tanto, el cuerpo se purga de grasa sobrante, tejidos en descomposición y otros desechos. En el ayuno, el cuerpo no se ocupa de asimilar comida nueva, sino de eliminar acumulaciones innecesarias. Ciertos malestares—mal aliento, lengua saburral, sabor desagradable—son parte del proceso de limpieza que beneficia piel, boca, pulmones, riñones, hígado e intestinos.


Tras las primeras fases, cuando el cuerpo se ajusta a la falta de alimento, un ayuno prolongado produce ojos brillantes, mente lúcida, aliento limpio, piel clara y espíritu fuerte. También nos prepara para recibir una comprensión profunda de la Escritura. Volveremos a esta idea en la sección “El programa de tutoría personalizado de Dios”.


Como vimos en el Hábito 3, evitar café, té y azúcares minimiza o elimina el dolor de cabeza del primer día. Pocos dirán que ayunar es “agradable”, pero ejercer control mientras comemos reduce mucho el lado difícil del ayuno. Sí, hay incomodidad, pero incluso eso ayuda a enfocarse en el asunto de la oración. Es un apoyo para concentrarnos en orar y leer la Biblia.


Durante el ayuno, la sangre y la energía no están ocupadas llevando suministros al hígado para producir jugos digestivos ni al estómago e intestinos para que el proceso funcione. Esto libera sangre y energía para el cerebro. Es más fácil concentrarse en la oración, la mente está más clara y la Escritura parece más viva.


Dios es maravillosamente práctico y nunca requiere excesos, extremos ni ejercicios dañinos. Si tu cuerpo no está sano, no ayunes. Dios no quiere que lo arruinemos. Si tienes preocupaciones de salud, un ayuno parcial puede ser la respuesta. Durante seis años quise ayunar y no pude por esofagitis. Dios no pide lo que no podemos hacer; y me alegré enormemente cuando supe que estaba sano y podía volver a ayunar.

El grande (ayunos largos)


Los ayunos más largos son oportunidades maravillosas. Los ayunos cortos nos preparan para ellos. Hay pastores, creyentes e iglesias que realizan ayunos largos cada año porque les gustan los resultados—algo que cualquiera de nosotros puede comprobar por experiencia propia.


En 1978 regresamos a Corea para nuestro segundo período como misioneros. Me asignaron las responsabilidades de presidente de la junta nacional y supervisor general, pero solo con el título de “supervisor interino”. Los coreanos lo percibían como un cargo débil. Además, mi visión era animar a los pastores jóvenes a quienes habíamos estado formando en nuestra escuela bíblica a iniciar nuevas iglesias. A los pocos meses quedó claro que mi visión chocaba con la de otro sector de nuestra organización, que deseaba concentrar fondos y esfuerzos en una iglesia central grande. Poco después, informes negativos firmados por 300 personas sobre mi administración llegaron a la sede denominacional en Estados Unidos. Entonces entendí que, a ambos lados del Pacífico, estaba siendo rechazado por un mecanismo organizativo muy superior a mi control. Los pastores jóvenes, cuya causa intentaba servir, simplemente no tenían suficiente poder político. Lo único que podía hacer era apelar al tribunal más alto: el tribunal del cielo. Me había quedado claro que personas buenas y honestas simplemente me habían malinterpretado.


Por mi experiencia previa con el ayuno y la oración, decidí ayunar y orar por un período prolongado. Varios años antes habíamos pagado 700 dólares por una pequeña cabaña realmente rústica en un terreno de montaña arrendado por la Universidad de Seúl a un grupo de nosotros, misioneros. Allí se escapaba nuestra familia del calor y vacacionábamos algunas semanas en agosto de cada año. Al darme cuenta de que enfrentaba una crisis mayor, y con el acuerdo de Char, me fui a la cabaña para ayunar y orar durante 40 días.


El programa de tutoría personalizado de Dios


El nombre de nuestra cabaña era Charon, una combinación de los nombres de Char y el mío. El cuaderno en el que registré mi experiencia en la montaña contiene esta entrada en la primera página, que ayuda a fijar el tono de lo que compartiré. Las referencias a “la iglesia” aluden a la organización denominacional con la que trabajaba. Los nombres de las personas en este libro no son reales.


Charon, Monte Chiri, 7 de mayo de 1979


Son las 8:10 p. m. en la víspera de mi primer ayuno de 40 días. Me he preparado por tres semanas y sé desde hace cuatro que mi Padre celestial me está invitando a apelar mi caso ante un tribunal superior. Aunque el brazo de carne (en este caso, mi organización) pueda fallarme, Él no lo hará, y en Hong Kong—hace cuatro semanas y un día—creo que me mostró que no podría depender de Jeff [el director de misiones] para librarme a mí o a la Iglesia en Corea de la esclavitud administrativa en que está, sino que tendría que apelar a un tribunal superior, cosa que ahora estoy preparado para hacer.


Subiendo la montaña me emocionaba pensar que mañana comenzarían las audiencias preliminares y que, con la Suprema Corte del cielo en sesión, podría presentar mi caso ante el Juez justo y esperar corrección justa por mis errores no intencionales y también liberación para la Iglesia a la que anhelo ver libre para crecer como creo que podría y debería, y por fe, lo hará.


Mientras limpiaba la cabaña, quitaba el polvo y limpiaba las ventanas, me impresionó el privilegio de poder estar a solas con Dios estos días. El guarda vino, conectó el agua y me informó que su esposa estaba por morir de cáncer de hígado. Si Dios quiere sanarla, estoy listo para orar; si no, estoy dispuesto a cuidar el campamento aquí mientras él la baja al valle para que esté con su familia hasta que muera. Puedo vigilar las cosas aquí y darle libertad para ausentarse tanto como necesite.


Una rata me dio la bienvenida esta tarde como diciendo: “¡Ajá! Tenemos a un extraño mudándose—y vaya si está levantando polvo y armando barullo”. Tendré que conseguir trampas y atraparla mañana.


Durante los 40 días de este ayuno sentí que Dios y yo estábamos solos en la montaña. Me alegra haber tomado tiempo para llevar un registro diario de lo que pasó y lo que aprendí. Por espacio no es posible contarlo todo, pero compartiré selecciones aquí y en el próximo capítulo. Mi propósito es mostrar, desde mi experiencia, cómo el ayuno y la oración no solo sirven para urgir a Dios a hacer algo, sino también para aprender. Puedo testificar—como otros—que mediante el ayuno la situación cambió a mejor. Sin embargo, yo cambié más que la situación.


A los pocos días me di cuenta, a un nivel más profundo, de la importancia de dejarle a Dios la agenda. Día 5 (sábado, 12 de mayo):

He quedado impresionado, por la lectura y de otras formas, de que los ayunos y las oraciones deben originarse en Dios. ¿Responde Dios nuestras oraciones? ¿O comparte lo que Él quiere hacer, libera la oración a través de nosotros, y luego hace lo que pretendía desde el principio? Creo que ambas cosas son ciertas, pero quizá la segunda necesita énfasis. En todo caso, estoy confiado en que este ayuno es algo que el Señor puso en mi corazón. También he sido consciente de la necesidad de tener cuidado de orar conforme a Su guía. Por eso es importante registrar estas cosas cada día, porque en cada caso el tema de oración lo ha dado el Espíritu de Dios.


Dicho esto, hoy oré por primera vez durante este ayuno por la liberación de la Iglesia en Corea de la esclavitud administrativa que ahora experimenta por las actitudes de los miembros de su junta. Sin malicia hacia ninguno, oré con lágrimas para que la iglesia fuera liberada. En concreto, en un momento oré para que nuestra iglesia fuera librada de la influencia limitante, amortiguadora, atadora y restrictiva del Rev. Sr. Park y que, a la manera de Dios, viniera gran libertad. También oré que Dios nos diera paciencia a todos hasta que llegara Su liberación. No es para minimizar las oraciones que el Señor dirigió en los primeros cuatro días, pero creo que las del Día 5 son el latido de este ayuno. Así lo siento ahora, pero por supuesto, el Espíritu Santo está a cargo de los próximos 35 días, no yo. Y, desde luego, tengo interés en orar por mi propia humillación personal, ablandamiento, crecimiento y desarrollo. ¡Tiempo hay de sobra aún! ¡Ja!


Hoy me reí dos veces. Una, cuando le daba gracias a Dios por el buen agua y añadí—“Eso es todo lo que necesito”. ¡Mmm!


Capa tras capa, cada vez más profundo, fui penetrando esta verdad. Día 10 (jueves, 17 de mayo):


Decidí que, con mayor fineza, Dios debía tener el control de la agenda de temas de oración—no es que no lo hubiera tenido—pero había llegado a un punto en que ya había expresado la mayor parte de lo que sabía orar y quería lanzarme más a lo desconocido. Como dije antes en este diario, las oraciones de cada día han sido guiadas por el Espíritu Santo, pero era hora de un paso a lo desconocido. Así que acordé leer más la Biblia y dejar los otros libros al menos por este día. Tras mis lecturas regulares (estoy en Números y simultáneamente leo cinco Salmos y un capítulo de Proverbios al día por 30 días), también leí Efesios, Filipenses y Colosenses.

Estoy muy animado: Dios hará más de lo que podemos imaginar—y debemos seguir orando y pedir cualquier cosa conforme a los deseos del Espíritu. (Las tres ideas surgieron de esas lecturas extra.) Empecé a orar por el cumplimiento de mi visión de iglesias en ciudades centrales que alcancen sus alrededores. Por la tarde leí 1 Corintios y seguí orando por el cumplimiento de la visión—including el hecho de que yo fuera cumplido al terminar mi carrera como misionero. Me quebranté y sentí verdadera libertad para orar y llorar respecto a mi propio cumplimiento. (Podría haber respirado aliviado cuando Jeff dijo que quizá enviaría a otro como supervisor. Nosotros podríamos ir a Seúl, pero mi espíritu sigue sintiendo la responsabilidad de creerle a Dios y orar por la liberación de esta iglesia, y no siento que podría hacer eso y simplemente esperar que el próximo arregle los problemas). Mi cuerpo estuvo muy débil hoy y, como hacía frío, me quedé dentro junto al fuego. No sometería a mi cuerpo a tales incomodidades si no creyera que soy responsable y anhelo desesperadamente ver la victoria de Dios en este país. (Ahí fue cuando me quebré y lloré, porque realmente sentí el ayuno hoy). Me siento mejor ahora, y puedo decir que, aunque ha sido un día duro, ha sido un buen día y Dios está escuchando. ¡Alabado sea!


Bajo la tutoría personalizada del Espíritu Santo, estaba aprendiendo a orar más profundamente conforme a la voluntad de Dios. La revelación sobre cómo orar empezó a ser aún más específica. Vistos estos años después, puedo ver que lo que el Señor me condujo a orar durante ese ayuno es, en gran medida, lo que ocurrió en los meses y años siguientes. En particular: si yo no había de ser el supervisor, ¿por qué esforzarme tanto por ser responsable de algo que no tenía autoridad humana para administrar? Día 14 (lunes, 21 de mayo):


De una manera interesante y por medio de Su Palabra, creo que Dios me mostró que seguiré siendo responsable de la obra aquí en Corea, y una razón por la que me lo mostró fue para que pudiera orar con confianza en consecuencia. Esto parece confirmar lo que me indicó escribirle a Jeff hace como una semana. Así sucedió: … Al seguir orando por el cumplimiento del patrón del Nuevo Testamento para nuestra iglesia por la tarde, me quedé sin fuerzas en la oración. No parecían haber oraciones inspiradas por el Espíritu, y no sabía si debía seguir orando, esperar, escuchar o qué. (Me he comprometido realmente a solo orar lo que Él guía y a orar todo lo que Él guía—Él tiene la agenda, no yo. Él convocó esta sesión del tribunal, no yo. Estoy confiado de que así debe ser, y así ha sido aquí). En fin, decidí hojear la Biblia sin plan a ver qué decía Dios—costumbre que rara vez he intentado y casi nunca con éxito. Pero esta vez tres pasajes tenían gran relación conmigo y mi situación; los demás no parecían aplicar.


El primero fue el libro de Rut, que leí entero. La palabra “Rut” se escribe en chino con los mismos dos caracteres que mi nombre coreano. Sentí que yo era Rut. Los puntos a considerar: era extranjera, halló favor y fue fructífera. Cuando se casó con Booz, el pueblo deseó que fuera fructífera como Lea y Raquel.


El segundo fue 1 Samuel 11, donde Saúl hizo lo correcto, ayudó a defender a Jabes de Galaad y ganó gran victoria sobre los amonitas. Como resultado, fue “reconfirmado” como rey. He sido nombrado “temporal”, pero una reconfirmación cambiaría eso. “Todo Israel se alegró mucho”, concluye el capítulo.

El tercero estaba en 2 Crónicas. Empieza: “El hijo de David, Salomón, se consolidó en su reino, porque el Señor su Dios estaba con él y lo engrandeció en sobremanera” (2 Cr 1:1). El capítulo muestra el agrado de Dios cuando Salomón pidió sabiduría para gobernar bien, y Dios me recordó que hace unos días le dije: “No quiero fama; no quiero dinero ni bienes. Quiero sabiduría para hacer bien la obra de la iglesia, y quiero tu bendición en y sobre esta iglesia”. Creo que Dios ha recibido esa oración y me está ungiendo y ordenando para el trabajo. Es humillante haber sido rechazado hasta ahora por Jeff, Ann y los Park, pero prefiero la unción y ordenación de Dios que la de los hombres. Si espero pacientemente, la de los hombres llegará también.


En el próximo capítulo veremos cómo Dios usa crisis para desarrollarnos. Allí leerás más de las lecciones que aprendí en mi mayor crisis. Antes de ir allá, observa que llegué a mi ayuno de 40 días habiendo sido informado de que probablemente enviarían un supervisor sustituto a Corea. Durante el ayuno intenté orar conforme a la agenda de Dios. Él me mostró que permanecería como supervisor y sería fructífero como extranjero. Se me dijo una cosa por la organización (prepárate para un cambio de cargo) pero, en mi espíritu, sentí otro plan (que me quedaría). A solas con Dios, ayuné y oré conforme a lo que percibí que la Fuente divina decía. El plan divino era opuesto al humano—y el que se cumplió fue el divino. Me estremece pensar qué habría pasado conmigo y con la iglesia en Corea si hubiera orado según el plan humano. En los meses siguientes no enviaron a ningún reemplazo. Fui nombrado oficialmente supervisor de la obra en Corea. Tuvimos siete años más de ministerio fructífero en administración, enseñanza y plantación de iglesias, hasta entregar la obra a los líderes nacionales y regresar a Estados Unidos.


Si no me hubiera acostumbrado a ayunar y orar con regularidad, probablemente no habría podido ayunar 40 días por la libertad de nuestra iglesia en Corea. Sin ese ayuno, dudo que hubiese adquirido un quebrantamiento personal. Por medio de él, obtuve la profunda confianza de que Dios puede y quiere obrar en mis situaciones, siempre que yo no me interponga. Y me gusta pensar que mi ayuno y oración contribuyeron, aunque sea un poco, a la supervivencia y crecimiento de la iglesia en esos años; quizá hizo posible la salud y el crecimiento que sigue disfrutando desde que los misioneros dejamos la obra en su liderazgo capaz. Incluso tienen un seminario teológico acreditado, debido en gran parte a la visión a largo plazo del Rev. Park.


Deseo sinceramente ilustrar la eficacia del ayuno como ayuda a la oración. Sin duda, ningún otro motivo habría sido lo bastante fuerte para impulsarme a abrir mi corazón y mi diario. Mis entradas de aquellas seis semanas, gloriosas y difíciles, en el Monte Chiri revelan lo que sucedió mientras me sentaba a los pies de Jesús y aprendía de Él y de sus caminos.


Por 22 años no conté nada a nadie sobre mi ayuno. En marzo de 2001, uno de mis estudiantes de Doctorado en Ministerio—que cree en el ayuno y lo practica—me animó a contar mi historia. Me recordó que los discípulos sabían del ayuno de Jesús; Él debió contárselo. Me quedó más claro entonces: los maestros comparten cosas íntimas con sus alumnos porque están enseñando, no por presumir. No es mi propósito simplemente hablar de mi ayuno, sino usar mi ayuno para ilustrar los insights, el crecimiento personal y las respuestas a la oración que el ayuno hace posibles.


En años recientes ha habido muy pocas voces fuertes en este tema. Sopesa lo que lees aquí y compáralo con las promesas y el registro de la Escritura. Quizá quieras dar un paso hacia nuevas oportunidades de ministerio hechas posibles mediante este hábito. ¿Quién sabe qué victorias nos esperan?

Sin la crisis que me llevó al ayuno, no habría estado abierto a la perspectiva radicalmente nueva con la que terminé. Esto nos conduce, en el próximo capítulo, a cómo Dios planea y usa crisis en nuestras vidas para nuestro bien y Su gloria. Ese capítulo es compañero de este.